Rubén Gámez, cineasta experimental mexicano y Juan Rulfo, el gran escritor, comparten, por invitación del primero, una colaboración especial en el film La fórmula secreta o Kokakola en la sangre. La cinta incluye un poema del autor de El gallo de oro.
Es conocido que Rulfo era adepto a la poesía, tan presente en la lírica de sus obras mas conocidas de entre las que destacan la narrativa, fotografía, ensayo y guión, así como en la traducción de la poesía, como es el caso de Las elegías de Duino de Rainer María Rilke.
A continuación, el díptico incluído en La fórmula secreta:
I
Ustedes dirán que es pura necedad la mía,
que es un destino lamentarse de la suerte,
y cuantimás de esta tierra pasmada
donde nos olvidó el destino.
La verdad es que cuesta trabajo
aclimatarse al hambre.
Y aunque digan que el hambre
repartida entre muchos
toca a menos,
lo único cierto es que aquí
todos
estamos a medio morir
y no tenemos ni siquiera
dónde caernos muertos.
Según parece
ya nos viene de a derecho la de malas.
Nada de que hay que echarle nudo ciego a
este asunto.
Desde que el mundo es mundo
hemos andado con el ombligo pegado al espinazo
y agarrándonos del viento con las uñas.
Se nos regatea hasta la sombra,
y a pesar de todo
así seguimos
medio aturdidos por el maldecido sol
que nos cunde a diario a despedazos,
siempre con la misma jeringa,
como si quisiera revivir más el rescoldo.
Aunque bien sabemos
que ni ardiendo en brasas
se nos prenderá la suerte.
Pero somos porfiados.
Tal vez esto tenga compostura.
El mundo está inundado de gente como nosotros,
de mucha gente como nosotros.
Y alguien tiene que oírnos,
alguien y algunos más,
aunque les revientes o reboten
nuestros gritos.
No es que seamos alzados,
ni le estamos pidiendo limosnas a la luna.
Ni está en nuestro camino buscar de prisa la covacha
o arrancar pa'l monte
cada que nos cuchilean los perros.
Alguien tendrá que oírnos.
Cuando dejemos de gruñir como avispas en
enjambre,
o nos volvamos cola de remolino,
o cuando terminemos por escurrirnos sobre
la tierra
como un relámpago de muertos,
entonces
tal vez
nos llegue a todos
el remedio.
II
Cola de relámpago,
remolino de muertos.
Con el vuelo que llevan,
poco les durará el esfuerzo.
Tal vez acaben deshechos en espuma
o se los trague este aire lleno de cenizas.
Y hasta pueden perderse
yendo a tientas
entre la revuelta oscuridad.
Al fin y al cabo ya son puro escombro.
El alma se la han de haber partido a golpes
de tanto darle potreones a la vida.
Puede que se acalambren entre las hebras
heladas de la noche,
o el miedo los liquide
borrándoles hasta el resuello.
San Mateo amaneció desde ayer
con la cara ensombrecida.
Ruega por nosotros.
Ánimas benditas del purgatorio.
Ruega por nosotros.
Ruega por nosotros.
Ruega por nosotros.
Ruega por nosotros.
Ruega por nosotros.
Ruega por nosotros.
Cáfila de bandidos.
Ruega por nosotros.

